Romina tiene los pelos revueltos. Viste una campera azul, que está húmeda. Lleva un pantalón y unas zapatillas con barro. Colgados a su alrededor, lleva también a sus seis hijos. Sostiene dos niños por cada mano, y a los dos más grandes les grita que se agarren de sus brazos. Grita, porque el sonido del agua del río Muerto (que ahora de muerto no tiene nada) ensordece. Entonces así, todos sujetos, entran a la casa en la que viven, para sacar unos juguetes. De repente, se mueve el piso de polvo. Y Romina llora. Y no deja de llorar, para que los niños salgan de ahí y porque a su casa se la quiere tragar el río. Cómo no va a llorar, si piensa que se hunden los dibujos hechos por sus niños, las camas, las ropas. Se hunde todo. Cómo no va a llorar, si hace unas horas, cuando todavía estaba oscuro, creyó que sus hijos se le morían. Que se hundían todos y todo. Qué madre no lloraría, como lo hace Romina ahora.
Entonces salen de la casa. Y suben por el camino que conduce a la ruta 338, que va a San Javier. Ahí están los demás vecinos, aguardando a que llegue su intendente, Daniel Toledo. Es sábado por la mañana. El amanecer ha traído sosiego. Y el sol -que ha salido al fin- pretende hacerles olvidar el sufrimiento de la víspera. Pero no lo consigue. Ni lo hará, porque durante la madrugada, a causa de la tormenta, se derrumbaron los paredones verticales que separan el cauce del caserío en el que viven Romina Arce y otras 22 familias.
En consecuencia, la machimbrada de Romina ha quedado posada en el abismo. El resto de las casas también ha acabado en una situación dramática, aunque distantes entre nueve y 15 metros del precipicio, según el caso. A la puerta de atrás de Romina, en cambio, la separan ocho pasos del barranco.
Por eso, esta mañana ella y las demás personas esperan a los gobernantes con un corte de ruta, que impide el paso de vehículos y de la única línea de colectivo que circula por esas alturas. Sólo a los ciclistas y corredores les permiten ir de un lado al otro. Así que cuando Toledo aparece, le dicen que sólo van a levantar el piquete si los ayuda. “No nos deje”, le dice Romina.
- Hace un rato hablé con el gobierno de la Provincia.Vamos a buscar 22 terrenos para ustedes. Pero con un compromiso: se va uno, y no me ponen ni un hijo, ni un tío ni un sobrino. Los voy a trasladar a todos, les voy a poner una casita. Pero no quiero que nadie más venga a este lugar. El lunes vamos a ver dónde podemos comprar una hectárea. Y a Romina le vamos a alquilar algo, hasta que compremos -les promete el intendente.
- ¿Y si esta noche vuelve a llover? -le pregunta una mujer.
- Y si vuelve a llover, que Dios nos ayude. Que Dios nos ayude -le responde él, llevándose las dos manos abiertas hacia su pecho.
Al caer la tarde, Romina y su familia, y otra familia del lugar, fueron evacuados.
La zona del río Muerto es una de las más afectadas en ese distrito a causa del temporal que el sábado, a la medianoche, horrorizó a muchos tucumanos. Alrededor de la 1, el agua arrastró las defensas construidas por la Dirección Provincial del Agua. Esto provocó el desborde del río y los posteriores anegamientos en la zona pedemontana.
De hecho, desde la rotonda de la avenida Aconquija y hasta el puente, el camino terminó sembrado de piedras, que otrora estuvieron dentro del cauce. Pasado el mediodía, habían llegado al lugar las máquinas de la Municipalidad, con la intención de despejar ese tramo.
Un poco más abajo, a la altura del 2.500 de la Aconquija, más operarios procuraban devolverle el aspecto de una avenida a esa cuadra, puesto que el carril sur estaba tapado por hasta cinco centímetros de fango.
Otro sector yerbabuenense con el que se ensañó la tormenta es el que se conoce como Ciudad Oculta, que queda hacia el norte del municipio. Ahí -a la misma hora en la que se caían las paredes del río Muerto- desbordaba el canal Cainzo, localizado entre Las Higueritas y Bartolomé Hernández.
Fue tal el denuedo del agua, que levantó el pavimento de una cuadra completa. Completa, de esquina a esquina. Así que al despuntar el alba, después de secar sus pisos inundados, los vecinos se amontonaron a ver lo que parecía una película de ciencia ficción.
Imaginen: una calle en la que el agua arrastró el asfalto. Qué imagen surrealista.
Sin agua
Al desastre de la tormenta se agregó la sed. Sucede que numerosos ciudadanos estaban sin el servicio de agua potable, debido a que la tormenta ocasionó daños en las cañerías. Marcelo Martínez -del sector de Relaciones Institucionales de la Sociedad Aguas del Tucumán- explicó que durante todo el día se efectuaron reparaciones en el Camino del Perú y en las calles Las Higueritas y Santo Domingo.
En seguida, añadió que la zona de El Corte se hallaba sin suministro ya que, debido a la crecida del río, fue dañado el centro de distribución ubicado en Lomas de Imbaud.
En algunos countries de la zona pedemontana, como Las Yungas, el agua ingresó a las plantas bajas de algunas viviendas. También se registraron anegamientos en los countries Jockey y Las Praderas, situados al norte de la avenida Perón.
Durante la noche, además, hubo miedo. Los vecinos subieron a las redes sociales imágenes que graficaban la magnitud del fenómeno. En las fotos podía apreciarse, por ejemplo, las platabandas de la Aconquija tapadas de agua. También se compartieron numerosas fotos del agua corriendo por fuera del Camino del Perú, y llevándose en su camino enfurecido las barandas, las farolas y todo lo que encontró a su paso.